viernes, 21 de octubre de 2016

1967: PERÚ-EEUU, la crisis de los Mirages 1


El asunto comienza cuando los EEUU durante el gobierno de Eisenhower incentivan a los países latinoamericanos a participar en al defensa del hemisferio occidental con armamento americano. El programa de asistencia militar de los EEUU (MAP) da armas americanas a países latinoamericanos en condiciones financieras muy generosas. Los militares peruanos en 1963 expresan a Washington su deseeo de adquirir jets supersónicos, los Northrop F-5 Freedom Fighters (Mach-one). Sin embargo, el gobierno de Kennedy en el marco de la Alianza para el progreso intenta persuadir a los países latinoamericanos de reducir sus armamentos convencionales, formar unidades más pequeñas y flexibles (como los Rangers) y prepararse para la guerra de contrainsurgencia. Bajo estos lineamientos, el gobierno de Kennedy se niega a proporcionar jets supersónicos a los países latinoamericanos. Teodoro Moscoso, el coordinador americano de la Alianza para el Progreso ilustra esta política con la usual metáfora de cañones y mantequilla: un millón de dólares compra 40 tanques, un jet, pero también 500 escuelas rurales, 130 escuelas secundarias, y un vaso de leche diario para 50mil niños durante un año.




En esos momentos las fuerzas armadas peruanas tienen aviones de la segunda guerra mundial y de la guerra de Corea. Por eso vienen los pedidos de renovar la flota de guerra. Pero no sólo por eso, sino también porque la obsolescencia de los armamentos degradaba el prestigio que tienen dentro el país como “institución tutelar”. Sin armamento moderno, dicen, no se puede atraer a la institución a jóvenes oficiales y su reputación en general se viene al suelo.

El embajador americano en el Ecuador, Maurice Bernbaum, informa en 1964 a Dean Rusk, secretario de estado, que el MAP, la dotación de armamento americano, ha contribuído a crear una actitud pro-occidental y anticomunista en los militares ecuatorianos. Sin embargo, diversos representantes en el congreso americano discrepan con esta visión, pues este apoyo militar sólo significa una carrera armamentista en la región, con dinero de los contribuyentes americanos e induce golpes de estado.



El asunto se precipita por acontecimientos en la Argentina. La fuerza aérea argentina, impaciente por no recibir sus jets, amenaza con retirar su apoyo al gobierno civil de Arturo Umberto Ilia. Pensando que los aviones atajarían la amenaza de golpe de estado en la Argentina y en un intento por alejar a proveedores alternativos de aviones de la región, el gobierno de Johnson autoriza a la embajada americana en Buenos Aires a negociar la venta de cincuenta Douglas A-4 Skyhawks. Se hace el trato a las carerras. Sin embargo, en junio de 1966, con los aviones llegando a la Argentina, el General Onganía igual derroca a Ilia. El gobierno americano fracasa rotundamente ante la jugada de los militares argentinos que “le ganan el vivo”.

Como el gobierno americano no le da lo mismo a Chile, ese país anuncia que compra veintiún British Hawker Hunters para equilibrar el nuevo armamento argentino. En reacción a esto la FAP anuncia su intención de comprar jets Mach-two. El Comercio, en una actitud abiertamente anti-americana y anti-imperialista en los sesentas, rechaza el veto americano a la venta de armas: “Gobiernos de América Latina rechazan insinuación para detener compra de armamentos” (El Comercio 2 de noviembre de 1966, p.1.).


En reacción a esto la FAP anuncia su intención de comprar jets Mach-two.

El New York Times critica fuertemente a los países de la región por la carrera armamentista. Kennedy critica que el Perú quisiera comprar armas habiendo cosas más importantes que atender en temas de desarrollo. Sin embargo, según el grueso de la prensa y el congreso americano el principal culpable del asunto es el gobierno americano. Reconocen que el Perú quiere armas americanas porque Chile va a tener armas británicas, y esto es porque el gobierno americano cede ante la presión argentina. Se da una “reacción en cadena” creada por el gobierno americano.

Algunos congresistas proponen disuadir al Perú de su ambición de jets supersónicos. Incluso sugieren amenazar al país con cortar la ayuda económica. El gobierno americano intenta conciliar con el congreso y con el Perú. Así, el Departamento de Estado americano propone al Perú la venta de quince aviones de segunda mano, North American F-86 Sabres, un avión sub-sónico de la época de la guerra de Corea. El Perú rechaza esta oferta, reiterando su determinación de adquirir jets supersónicos. También rechaza la oferta americana de otros aviones, más adecuados para combatir las guerrillas y acciones civiles, más baratos y fáciles de mantener, pero que no son supersónicos.

El presidente americano Johnson sigue predicando en la región su negativa a proveer a los países latinoamericanos de aviones supersónicos. En julio de 1967 el Brasil anuncia su interés en comprar aviones Mirage. Johnson reacciona advirtiendo a ese país sobre las “serias repercusiones” que tendría algo así para la ayuda económica recibida por la Alianza para el Progreso.

Como la presión de los diversos países latinoamericanos continúa Johnson endurece su negativa y más aún presiona a los posibles proveedores a no vender aviones a los países de la región. En diciembre de 1966 el gobierno suspende conversaciones con Lima sobre la posible venta de equipo militar. El gobierno americano va más allá y logra un acuerdo con todos los países europeos occidentales y Canadá de no vender “armas sofisticadas” a la región. Con la excepción de Francia.

El 20 de julio de 1967 EEUU veta la venta de seis bombarderos británicos Canberra al Perú, un día antes de que los oficiales británicos y peruanos firmaran el acuerdo. Robert J. McCloskey, portavoz del Departamento de Estado, declara que la compra de Canberras por el Perú era “inconsistente” con otras negociaciones que el Perú está manteniendo con los Estados Unidos, el Fondo Monetario Internacional, y un grupo de bancos de Nueva York, para un préstamo de 100 millones de dólares para cubrir un déficit fiscal. Se trata claramente de una maniobra desprolija, justificada con una explicación de ninguna credibilidad y una evidente humillación a los militares peruanos.

Aquí es donde entra al ruedo un jugador oportunista, nuevo para la región latinoamericana: Charles De Gaulle.

En mayo de 1967 el gobierno francés acuerda vender cinco Mirages 5s a la FAP. Ninguna de las partes, francesa o peruana, estaba dispuesta a ceder antes las presiones americanas. El asunto se precipita por los acontecimientos del Medio Oriente. En junio de 1967 la fuerza aérea israelí, equipada de Mirages, destruye en tierra a la fuerza aérea egipcia. Esto provoca que Francia deje de proveer de estos aviones a Israel. Justo antes de la guerra de los seis día De Gaulle declara u
n embargo de cincuenta aviones que ya había vendido a Israel, con lo que comienza un cambio de las alianzas de Francia en esa región. Con esto el único mercado para los Mirages franceses acaba siendo el Perú.


El objetivo de De Gaulle de proveer armas al Perú no sólo fue compensar la pérdida del mercado israelí, sino también afirmar la independencia francesa en el mundo bipolar de los sesentas. 

El “mercado de jets” como diría el entonces ministro de defensa israelí, Shimon Peretz, es altamente político y por sus características de financiación, entrenamiento y mantenimiento, crea una relación de dependencia del comprador hacia el vendedor de al menos veinte años. Se trata de un compromiso de largo plazo. La oferta francesa abría a los países las puertas de emanciparse de otros super-potencias. Este acuerdo significaba recuperar la relación militar con Francia vigente desde 1896 hasta 1940.

El 4 de octubre de 1967 se formaliza el acuerdo con Francia y el Perú le compra doce Mirage 5e por 28 millones de dólares. Al día siguiente viene la amenaza americana. El Perú ha comprado aviones a Francia a pesar de las repetidas advertencias sobre las consecuencias, diría Walter W. Rostow, asesor de seguridad nacional de los EEUU. Se refiere a cortar la ayuda economica americana al Perú. Algunos congresistas se quejan porque el Perú se estaba aprovechando de esa ayuda sólo para gastar sus recursos propios en armamentismo. El Washington Post en un editorial pide sanciones económicas contra el Perú.

(continuará)



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